lunes, 25 de marzo de 2013

La Barceloneta de Imapla.

En septiembre me encargaron un libro sobre el barrio de la Barceloneta.
Un cuaderno de dibujo de una colección ideada por Zahorí de Ideas a encargo del Ayuntamiento de Barcelona.
Todo un trabajo, completo. Son 42 dobles páginas a todo color. Todo un reto.
Yo nací en el barrio del Raval. Mi abuelo, hijo de Calders, un pueblo muy pequeño, vino a Barcelona arropado por su tío y se instaló en la ciudad. Tenía una droguería en la calle Hospital, en pleno barrio del Raval. Yo nací en la calle Junta de Comercio, en la finca de mis abuelos, y viví allí 15 años.
Ahora vivo en el barrio de La Ribera desde hace unos 17 años y me pateo desde hace mucho tiempo la Barceloneta. Me siento barcelonina.
Cuando me encargaron el libro pensé que sería fácil. Ya lo conocía. Me dí cuenta que no sabía ni la mitad del barrio, cómo muchos de los que iba encontrando mientras paseaba. Pensé que aparte de dibujar una parte de mi particular Barceloneta, mejor era ilustrarla, y escribir un poco sobre ella. Un barrio que es "l'òstia" cómo dicen ellos. Nada más empezar encontré que La Barceloneta era una isla, la isla de Maians. Me costó encontrar el porqué del nombre. Me quedé con lo que me contaron sobre un navegante de Ibiza que al llegar al puerto de Barcelona, para no pagar los impuestos, atracaba su barco en la pequeña isla de arena de delante las murallas de la ciudad, custodiado por sus tripulantes. Cuando se referían a ese trozo de isla la gente de la ciudad decía que era la isla de Maians...

Me lancé al lápiz que no había utilizado casi nunca. Tirar un montón de fotos me permitió tener documentación para ir decidiendo los espacios que quería ilustrar.

Aquí van algunas de las ilustraciones que lleva el libro.















La crónica del proceso de trabajo del libro Lola: tooodo un día en el zoo.



Para ver el interior del libro, aquí.


Lola habría sido una cebra si hubiera sido un animal. 
Al lado de casa está el Zoo de Barcelona. Cuando mi hijo era pequeño íbamos de visita. Yo siempre veía a los animals enjaulados, entre rejas, fuera de su hábitat natural. Los veía tristes, viejos, sin pelo… Mi hijo no veía nada de eso. Él me contagiaba su alegría. Ahí empezó algo del mundo de Lola en el zoo. Las diferentes miradas de una misma realidad. Tenía libro y el protagonista sería una cebra, pensé.

La cebra se cayó de la fiesta, y se convirtió en Lola gracias a una puerta.
Cuando un día agujereé una maqueta de un libro a través de una puerta también sabía que allí había algo. Eso de atravesar físicamente una puerta y ir a descubrir lo que hay al otro lado me atrajo. Daniel Goldín, editor del libro, cuando vió la maqueta de algo que no se parece en nada a lo que ahora es Lola, pero que tenía el formato actual con la puerta, también lo debió ver porque fue un “sí” al proyecto. Tenía libro, pensé.

La puerta.
Tenía claro que la puerta sería roja, atrevida, potente, viva, alegre.
La puerta es una frontera, un antes y un después de una misma realidad. Eso me gustaba. Podía jugar con las dos caras de una misma moneda, un lado y el otro, los contrarios, los opuestos, lo bueno y lo malo, lo políticamente correcto y lo políticamente absurdo, el tiempo, el presente y el futuro, la realidad y la ficción, la realidad y los deseos, y lo mejor, lo mejor de todo era su ambigüedad, porque atravesar siempre tiene dos lados, la ida y la vuelta. Un lado y el otro en igualdad de condiciones pero perversamente diferentes.
Así que ya sabía que los animales del zoo tenían que atravesar la puerta para ser libres.

Lola.
Los animales serían libres gracias a alguien. Poco a poco fue creciendo el personaje de Lola. Ella sería la protagonista. Ya no había cebra.
Empezaron a unirse cosas. Los animales, el zoo, los deseos de los animales y los deseos de Lola. Ya estaba, había una niña que atravesaba para soñar. Lola era el nexo. En un lado el día, en el otro la noche, en un lado la realidad cotidiana, en el otro lo imaginativo, los deseos, los sueños. El sol de día, la luna por la noche.
Empezaba a tener el esqueleto de una estructura y muchos elementos que había ido cultivando desde la visita al zoo con mi hijo para ir colocándolos a un lado u otro.

Un lado: el día.
Empecé por narrar el día. Era fácil. Un paseo cotidiano por el Zoo. Cada página un animal y un juego con Lola. El gorilla asusta, el elefante divierte, el ciervo sirve para imitar… y los animales enjaulados, pero nunca tristes… Todo en su sitio. Me sentía libre para escoger los animales que me vinieran en gana para hacer de la visita un día llano y feliz. La mamá acababa de redondear el mundo feliz de Lola y su patito de madera me serviría para jugar con ella. Con el pato, que por cierto nadie lo sabe pero se llama Paco, surgió un “rara avis”, un pato de cuello verde, de carne y huesos, que se enamora de Paco. Un amor imposible. Será el pato de cuello verde, el único que se escapa del Zoo. Es lo único que surge de forma fugaz en la parte del día.

Atravesar al otro lado.
Atravesar no fue tan fácil. Nunca lo es. Tenía claro que había de ser sorprendente, espectacular, emocionante porque quería hacer un libro feliz, positivo y esperanzador y partía de un día feliz.
En esta parte, el verdadero descubrimiento fue el bosque. Cuando encontré el bosque estuve salvada. Tenía el espacio, el lugar. Encontré allí los secretos escondidos del bosque, los miedos. La cuna de Lola, sus barrotes, se covertirían en árboles…y así empezaba la historia. 
Pensé en sueños, imaginación. Busqué en imágenes de cine por eso de dejarme llevar por la ficción pero por allí no encontré la salida.




Buscando referencias, del bosque, el lobo, la oscuridad, a Gretel, El Patito Feo... fuí a parar a la imagen de Los músicos de Bremen. Fue mi punto de salida para empezar a narrar la noche. Allí vi que tenía que haber paralelismos con los animales del día. Si el gorilla asustaba en el día, en la noche era Lola quien conseguía asustarlo; si las coletas de Lola se convertían en los cuernos del ciervo en el día, los cuernos del ciervo florecían cómo un bosque, en la noche. Poco a poco el bosque empezó a coger volumen.
Todo empezaba a encajar. De hecho el bosque jugaba el mismo papel que las jaulas en el día pero aquí eran naturales. Apareció la tormenta (los miedos ocultos en el bosque) cómo el punto que desencadenaría la acción. Lola lideraba el sueño y iba recogiendo a los animals uno a uno y se iban sumando. Al final conseguirían salir del bosque.
Hay un sinfín de momentos y piezas que van encajando en el proceso para ir confirmando que el libro está ahí. Sin esas pausas, sin ese ir y venir del proceso no hubiera sido posible el libro sin ningún texto que me salvara en los momentos de apuro. El desplegable me ayudaba a resumir la acción global y también jugué con elementos globales como el sol que nace y se pone a lo largo de tooodo el día; o la luna (quién no ha querido alcanzar la luna en algún momento de su vida) que va menguando con el sueño, a lo largo de toooda la noche.
Es una de las cosas de las que me siento más satisfecha. Haber conseguido un volumen narrativo a través de un juego solamente con imágenes, en un formato que ayuda a agrupar la idea inicial. El formato me dió el punto de salida y me facilitó el punto y final.

Lola convertida en persona empieza a tener volumen.
Cuando ya tuve la narración, Lola dejó de ser fría y distante formalmente. Las piezas gráficas dejaron de ser planas. Algunas transparencias en los colores dan espacio y volumen y todo empezó a llenarse de sentimiento. Fue un trabajo gráfico muy interesante para mí.
Hacía tiempo que no le daba cancha al color. Mis últimos trabajos eran con negro y uno o dos colores cómo mucho. Era la primera vez que desarrollaba esta gráfica para realizar un proyecto real. Ha sido un trabajo muy enriquecedor.

Lola es niña y atraviesa una puerta.
Si hay algún libro sobre el mismo tema, la puerta y atravesar esa línea entre “un lado” y “el otro” es Alicia en el País de las Maravillas. O Al otro lado del espejo, y lo que Alicia encontró allí (libro que tengo pendiente de lectura).
Lola podía haberse llamado Alicia, pero no me gusta dejar tan evidentes reflexiones adultas en libros para niños. Estan allí, pero para estar solamente, no para contar. Las manías personales de los autores forman parte del mundo adulto.

Sugerencias de lectura personales.
El formato de Lola es un formato un poco teatral. Cuando está desplegado es bonito pasear alrededor de él. Hay momentos narrativos distintos y cada lector los expresará a su manera. Alguien verá de primeras que el sol sale y se pone, otros no. No importa. Otros se entretendrán y verán que el jersey de Paco es de topos y azul y el de Lola rojo, o que Lola tiene 2 coletas de 3 bolas cada una, o alguien contará las gotas de lluvia que hay en el hipopótamo, o alguien dirá que el pato de cuello verde está triste en la ventana de Lola, o… Está bien oir diferentes tiempos narrativos. Aquí no hay texto que lo condicione. Las imágenes no corresponden a un tiempo narrativo concreto.

Puede ser curioso desplazar físicamente al lector atravesando una puerta real y trasladarlo al otro lado, para volver a sentarte de nuevo y explicar la noche. Hacer una pausa en la lectura y preguntar quién quiere atravesar puede ser interesante y a la vez divertido. Igual algunos niños decidirán no atravesar... 

Ficha técnica.
Lola: tooodo un día en el zoo.
Océano Travesía, 2013.
Edición a cargo de Daniel Goldin.
ISBN: 9786074008258